El Chapinero que yo recuerdo incluía tres callejones que iban consecutivamente numerados como carrera octava, octava a y octava b.
El primero, ancho y luminoso, siempre permaneció polvoriento; el segundo, delgado y oscuro, estaba enclaustrado por una puerta metálica cuyas llaves, lógicamente, solo tenían sus moradores. Era, técnicamente, una calle pública encerrada y, por último, donde vivíamos, que era un intermedio entre los dos.
La calle cincuenta y siete comenzaba cuando los buses de la Nueva Transportadora de Bogotá, que cubrían la ruta "Nuevo Muzú-Salitre/Modelia", volteaban desde la carrera séptima.
A la izquierda, más abajo de la "Academia Pittsburgh", estaba una casa grande y sobria, que nos parecía una finca. Era la tienda de don Jorge Guerrero, el bonachón hombre boyacense que, meses después, nos daría crédito. Diagonal a ella, recuerdo al Sr. Montenegro, propietario del montallantas del mismo nombre y que años mas tarde, daría motivo para el viejo chiste en que aseguraban que su señora lo llamaba de día con su apellido y de noche con un cariñoso diminutivo del mismo.
También había un centro de estudios de zoonosis, cercado por unos inmensos árboles de eucalipto, que no nos dejaban ver mucho de lo que sucedía adentro.
Un viejo parqueadero entre la octava be y la novena, que nos sirvió de escenario para disputar reñidísimos partidos de basquetbol o de microfútbol, completaba el panorama de la añeja calle.
Mas abajo, existían la "Remontadora Manzi", que con su técnica italiana, nos sacó de muchos apuros y al frente la "Casa Musical Ramírez", en donde compramos nuestras primeras cuerdas musicales y las primeros cancioneros. Encima, la discoteca "La Cabaña", la cual, aunque parezca mentira, nunca conocimos.
Y antes, de llegar a la carrera trece, un colegio cuyo nombre no recuerdo y en donde muchos de nuestros amigos entraron mas que estudiar y la "Peletería Garavito" Oficina 204, en el 10-22.
No puedo olvidar tampoco el almacén de discos en el 13-73 que, bajo el atrayente nombre de "Disco In" alternaba la música de Yolanda (Granito de Arena) con las canciones de Yaco Monti o de los Galos.
Antes de la Caracas, encontrábamos la puerta de ingreso al "Hobby Center", sitio obligado de concurrencia para todas las actividades del chapinero de entonces y que, generalmente, terminaban a las tres o cuatro de la madrugada en las mesas de "La Riviera", soplando frenéticamente las calientes burbujas del caldo de menudencias que, mágicamente, nos dejaba como nuevos para rematar en "El Internacional".
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