Joyas

La tienda del barrio en el que vivíamos colocaba de extremo a extremo del amplio cuarto principal, una cabuya en la que colgaba, estratégicamente distribuidas, varias revistas que nosotros aprovechábamos para ojear en cualquier oportunidad. 

Allí justamente, soñamos viviendo por primera vez las multicolores aventuras de "Tarzán" y "Chanoc" en los insondables bosques de un país imaginario o volando en las majestuosas aeronaves con "El Halcón de Oro" en interminables combates contra sus acérrimos enemigos o sufriendo los conflictos, en blanco y negro, de "El Charrito de Oro" contra los terratenientes de su México del alma. 

O como olvidar los inmensos tomos color sepia del "Santo, el enmascarado de plata" que Jairo y Álvaro, los gemelos de la lavandería, nos prestaban bajo su estricta vigilancia y en los que aprendimos a detestar "el hombre araña", este si mitad hombre y mitad araña por cuenta de los magníficos dibujantes de esa editorial mexicana. 

También tuvimos oportunidad de fortalecer el alma bajo la rigurosa administración del padre Rozo, que en el colegio nos facilitaba "Vidas Ejemplares", cuentos ilustrados que narraban las aventuras y desventuras de Santo Domingo Savio, San Francisco de Asis o la hermana Sor Juana Inés de la Cruz. Igualmente existían unos gruesos ejemplares en los que "El Fantasma" nos transportaba, en épicos viajes a través de misteriosas y frondosas selvas, enfrentándose con toda suerte de pícaros, acompañado de sus fieles animales. 

Y que decir de cuantos crecimos siguiendo las aventuras del legendario vaquero "Red Ryder" y su amigo "Castorcito". O escoltando paso a paso las historias de "Hopalong Cassidy" y de "Roy Rogers", todos en el salvaje oeste norteamericano. Tampoco podemos dejar de mencionar, los cuentos de Hércules, Vulcano o Afrodita, todos condensados magníficamente en coloridas series bajo el expresivo rótulo de "Joyas de la Mitología". Esto sin contar otras como las revistas de Lucha Libre traídas desde México y de las que aprendimos llaves como "la torcedora" o la conocida "patada voladora", en espléndidas fotografías a todo color de "La Sombra Vengadora". 

Afortunadamente aún perduran "Superman", "El Llanero Solitario", "Archie" o "La Pequeña Lulú".

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